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Conocí a Isabel López en el Woman Getting Contact 2017 de Barcelona, un evento al que asisto cada año desde su primera edición.
Isabel estaba dentro de mi ronda de reuniones, así que conocerla, hablar y empatizar con ella fue muy fácil y rápido, soy una apasionada de las artes visuales y la manera como me describió el concepto de su trabajo fue muy interesante, soy una persona un poco «fotofóbica» por decirlo de alguna manera, pero al ver el brillo de sus ojos y el entusiasmo de su exposición hizo que aceptara sin dudar un momento, su propuesta de hacerme una sesión.
Si algo me ha dado siempre mucho respeto es precisamente, posar para una fotografía, desde niña el lente de la cámara me imponía, mientras todos los demás se colocaban, sonreían y salían maravillosos, a mí se me notaba la incomodidad, la falta de soltura debido a mi timidez innata.
Como alguna vez dije cuando intentaban convencerme para posar: «yo no tengo un lado bueno y otro malo, tengo los dos lados malos«. Nunca me ha gustado como salgo en las fotos, las mejores que tengo, son la que me han hecho sin que yo me diera cuenta, una de ellas – la tengo en la sala de mi casa -me la hicieron en el trabajo: un compañero traía su cámara, me llamó y cuando volteé, oprimió el obturador y ¡voilá! una foto natural que refleja mi personalidad. Tenía entonces 20 años, hasta la fecha, todo el que la ve me dice lo mismo: «no has cambiado nada, sigues teniendo ese puntito de pillería en la mirada, eres realmente tú«.
Cuando Isabel me propuso que hiciera la sesión lo primero que le dije fue: «no soy la persona más fácil para retratar, nunca me ha gustado como salgo en las fotos, no creo que vayas a sacar mucho«, ella me pidió que me dejara guiar y que luego de ver el resultado final volvíamos a hablar, así que decidí confiar en su arte y dejarme llevar.
¿alguna vez has estado en un estudio fotográfico, cuya iluminación provenga del Mediterráneo? Ese, es el estudio de Isabel López
La sesión
A la vuelta de un par de semanas estaba lista para la sesión, con antelación me envió un mail con la guía de como debía prepararme, recomendaciones sobre los colores, estampados y estilo de la ropa que iba a usar según los distintos looks que quisiera lograr, etc
Llegamos al estudio y la primera impresión al cruzar la puerta fue de serenidad, era un sábado de verano con un sol brillante que entraba a raudales por el ventanal y con la magnífica vista del Mediterráneo como fondo.
Yo iba con la cara lavada e hidratada (como suelo ir casi a diario), así que había que poner manos a la obra en el punto mas importante: el maquillaje.
Isabel cuenta con una maquilladora profesional que te prepara para la sesión que has elegido, en esta ocasión fue ella misma quien me maquilló y mientras lo hacía, íbamos conversando, conociéndonos un poco mas, ella es una mujer que te transmite mucha paz, te contagia con su tranquilidad creando un ambiente de confianza.
Una vez elegidos la ropa y accesorios que usaría en las primera tomas, viene la parte fundamental: instrucciones como posar, esto es, donde y como colocar las manos y el cuerpo, elevar la cara, mirar a la cámara, saber las señales a las que yo debía atender para sacar el mejor partido de la sesión.
De repente, el click de la cámara empezó a funcionar, mientras Isabel me iba dirigiendo yo me fui soltando, si al final no es tan difícil, tal vez el secreto radica en saber encontrar a la persona que sepa llevarte para sacar lo mejor de tí.
Creo que nunca me he divertido tanto, empecé un poco tímida pero cuando me dí cuenta, ya estaba poniendo poses a lo Miranda Kerr, creo que a partir de hoy voy a ver el trabajo de las modelos bajo otra dimensión, es realmente cansado estar con los cambios de ropa, retocando peinado y maquillaje, intentando posar de la manera mas natural (aunque creo que no hay nada mas poco natural que intentar parecerlo), mientras intentas que la cara no se te canse de tanto sonreír.
Entre click y click vas observando como se abre y cierra el obturador y es ahí, en ese momento, cuando tomas conciencia de quien eres, de las dimensiones de tu cuerpo, de la confianza que te provoca sentirte guapa cada vez que ese pequeño orificio va capturando tu imágen, finalmente no es el físico lo que están fotografiano sino tu interior: lo que se plasma en una imágen es la seguridad con la que posas frente al objetivo, lo que refleja tu mirada, la luz que tienen tus ojos acompañando tu sonrisa, en definitiva es una voz que alto y claro va diciendo ¡aquí estoy yo!
Quien logra todo esto es Isabel, ella es la artistas que, manejando distintos looks, encuentra todas esas mujeres que tenemos dentro: desde la profesional y la casual, hasta la misteriosa, la elegante y la sexi.
Yo, que era la auténtica «reina anti sesiones fotográficas», te recomiendo que vivas esta experiencia, estoy segura que vas a quedar tan agradablemente sorprendida igual que me pasó a mí cuando ví el resultado final.
En cada imágen pude verme perfectamente reflejada, cada foto tiene ese punto que quienes me conocen dicen que me identifica: el brillo de mis ojos y la expresión de niña traviesa cuando sonrío.
Alguien dijo alguna vez, que las fotografías robaban el alma poco a poco, y yo creo que en realidad lo que sucede, es que vas dejando un pedacito de tu alma en cada una de ellas, a la postre, esas imágenes serán las que algún día tus hijos y nietos contemplarán y solo podrán decir: ¡Qué guapa! ¡Exactamente así era mamá!